LAS ZAPATILLAS EN MI TEJADO
Estaba en mi casa, tranquila, no había nadie, estaba sola. Oí un golpe, ¿Qué podía ser? Ni idea. Subí a mi habitación y salí al pequeño tejado que cubría el porche. Miré y había unas zapatillas. Las cogí con dificultad, no quería caerme. Al tenerlos en mis manos los revisé bien, me eran familiares, ¿Pero qué? No le di importancia, seguí tranquila con mi día. A la tarde siguiente, volvieron a caer en mi tejado, las mismas zapatillas de ayer ¿Era una broma?, era ridícula, sin sentido. Las dejé junto a las otras, dándole la misma importancia que les había dado a las otras, ninguna. Los días pasaban, las mismas zapatillas aparecían y el miedo en mí también. Un día me harté y subí a mi habitación antes de que las zapatillas aparecieran, justo a las 17:00 p.m.
y esperé, hasta que visualice en mitad del aire un pequeño destello blanco, que se agrandó y se convirtieron en las zapatillas de todos los días, las que caían en mi tejado.
Mis ojos casi se salían de sus órbitas, estaba alucinando. El miedo aumentó más en mí, no sabía lo que era, pero me daba mala espina.
Estaba en mi casa, tranquila, no había nadie, estaba sola. Oí un golpe, ¿Qué podía ser? Ni idea. Subí a mi habitación y salí al pequeño tejado que cubría el porche. Miré y había unas zapatillas. Las cogí con dificultad, no quería caerme. Al tenerlos en mis manos los revisé bien, me eran familiares, ¿Pero qué? No le di importancia, seguí tranquila con mi día. A la tarde siguiente, volvieron a caer en mi tejado, las mismas zapatillas de ayer ¿Era una broma?, era ridícula, sin sentido. Las dejé junto a las otras, dándole la misma importancia que les había dado a las otras, ninguna. Los días pasaban, las mismas zapatillas aparecían y el miedo en mí también. Un día me harté y subí a mi habitación antes de que las zapatillas aparecieran, justo a las 17:00 p.m.
y esperé, hasta que visualice en mitad del aire un pequeño destello blanco, que se agrandó y se convirtieron en las zapatillas de todos los días, las que caían en mi tejado.
Mis ojos casi se salían de sus órbitas, estaba alucinando. El miedo aumentó más en mí, no sabía lo que era, pero me daba mala espina.
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